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miércoles, 30 de mayo de 2007

Nuestro periódico y el primer periodista

NUESTRO PERIÓDICO Y EL PRIMER PERIODISTA

La más grande roca que se encuentra en nuestra playa es la llamada Punta Traraos o Roca de San Pedro, la otra ubicada más al norte es la llamada Roca de la Gaviota.

“La Gaviota” fue el nombre del periódico que en la época del Puerto se editaba quincenalmente. Su director era el “preceptor primario” y regidor don Horacio Escobar Venegas.

Publicaba las noticias regionales, también las ordenanzas municipales y decretos de la misma sobre pago de multas. Se hacía publicaciones sobre compras, ventas y escrituras hechas en la notaría de Chanco, así como de bautizos, matrimonios y los fallecimientos ocurridos en el pueblo. En cada número aparecía un folletín con un fragmento de novela que en su final acotaba “Continuará”, asegurando así el interés de los lectores para comprar el siguiente número. Fue hecho con gran esfuerzo de la gente de esa época y en tiempos modernos nunca hemos podido hacerlo renacer.

La imprenta que lo editaba estaba en la casa ubicada en calle Antonio París esquina de calle Comercio y su dueño era el alcalde de la época, don Cupertino Soto-Aguilar Bustos. La propiedad pertenece actualmente a su nieto el doctor Cupertino Barcos Soto-Aguilar (año 1970).

UNA RESEÑA SOBRE DON HORACIO ESCOBAR VENEGAS

Don Horacio nació en Casablanca, provincia de Valparaíso, alrededor del año 1870. Perteneció al bando balmacedista y llegó a Curanipe a la edad de 21 años, escapando de la revolución de 1891, refugiándose en nuestra tierra por temor a los desmanes y represalias de los vencedores. Durante algún tiempo hasta el presidente Balmaceda fue buscado en Chanco, pues teniendo parientes en el pueblo se le suponía allí oculto.

Don Rolando del Solar fue el que lo trajo en el año 1892 (creo en recuerdo de su benefactor, don Horacio bautizó con el nombre de Rolando a su hijo que fue cura de Chanco al pasar del tiempo).

Una vez en Curanipe, casó en matrimonio con doña Bienvenida Belmar Bustos el 16 de septiembre de 1904. Se empleó de contador en la Bodega de don Juan Hambroock,

En política fue liberal balmacedista, en religión un católico ferviente, como comerciante un loco según la opinión de muchos en el vecindario, ya que se dedicó a plantar pinos y eucaliptus y para mayor jolgorio de la gente los plantaba por miles, en vez de plantar guindos y perales como se suponía era lo correcto en esos años.

El resultado fue evidente, los árboles de día en día iban engrosando sus palos y el mismo don Horacio iba transformándose en “palo grueso”, en cambio los que lo consideraban un demente tenían que conformarse con guindas y muy de vez en cuando con empanadillas de pera.

Tuvo la visión, adelantada a muchos, que las maderas serían un espléndido negocio en este país creciente, donde “el que se casa, casa quiere” y una vez que la tiene hecha viene un terremoto que lo destruye todo y lo único que deja es la firme voluntad de construirse otra.

Dejó a sus herederos 30 cuadras de pinos y eucaliptus de 40 años de edad. El bosque de pinos de Curanipe es posterior a la obra del señor Escobar Venegas. Fue regidor varias veces, acompañando al alcalde don Cupertino Soto-Aguilar Bustos, a don Jaime Simón, a don Gregorio Miranda, a don Rosauro Salas, quienes junto a don Pedro Alarcón (padre de Humilde y Zunilda), con Nicanor Orrego y Delisio Recabarren, completaban el Municipio (actualmente no hay municipalidad (escrito en el año 1966), pues ésta se terminó en la primera administración de don Carlos Ibáñez del Campo).

Don Horacio Escobar Venegas fue periodista, director de “La Gaviota”, periódico del Puerto, de pequeño formato; pero de enorme esfuerzo, ya que hay que recordar que corría el año de 1895, y que hoy mismo con todas las facilidades modernas, no hemos podido publicar ni siquiera un periódico de la mitad de su tamaño. La imprenta funcionaba en la casa del señor alcalde, frente a la actual Plaza (en ese tiempo todavía no la había).

Fue don Horacio profesor primario y muchos de los que ahora comienzan a ser abuelos fueron sus alumnos. Le tocó ejercer su magisterio en los tiempos en que el fisco daba todos los libros y cuadernos y daba hasta la tinta, que muchas veces servía sólo para “embarrar la plana”, lo que podía ser causa de que el señor Escobar Venegas usara de las palmetas que el señor Visitador de Escuelas no dejaba de mandar. Las palmetas eran tablillas con 6 correitas cortas y que servían para castigar a los niños en las manos hasta sacar sangre, pues el lema pedagógico era: “La letra con sangre entra”. Eso no es cuento, sino que algo real ¡cosas de los tiempos!

Don Horacio fue el último capitán de Puerto; el puesto se lo consiguió don Hernando Magallanes, que era un alto jefe de Aduanas de Valparaíso y que a menudo pasaba temporadas en Curanipe. En su recuerdo don Horacio bautizo con su nombre a uno de sus hijos.

Los continuadores de su cargo ya no fueron capitanes, sino que sólo alcaldes de mar. A él le correspondía inscribir a los botes y a pescadores, tramitar la salida de los faluchos maulinos, que llegaban hasta Mollendo en el Perú. El calificaba a los marinos, a sus órdenes estaba el vigía que por medio de una boya verde anunciaba a los barcos que el mar estaba en condiciones para cargar el trigo o las maderas, las lentejas o el carbón que eran los productos que salían con mayor abundancia. El vigía también colocaba una serie de banderolas y de las cuales nadie en el presente ha podido explicarme su uso y significado. Para conocer de cerca las peripecias del mar, él mismo en persona hizo un viaje en lanchón a la vela hasta Valparaíso.

Fue presidente del Comité de Adelantos del Pueblo desde su fundación hasta el año 1949 en que renunció por ceguera y vejez. A él le correspondió hacer realidad una plaza para el pueblo, llevando a efecto el plano ideado por la entonces señorita Aída Ramírez y hoy señora de Sánchez; agradeciendo el obsequio que hiciera don Andrés Seguy al pueblo, de una parte del sitio de su casa para completar el plano.

Su segunda gran obra fue trabajar hasta conseguir una pequeña planta para el alumbrado del pueblo. Un senador de la República, en carta que se conserva en el Archivo del Comité le dice a don Horacio el día 5 de mayo de 1943:

“Veo que Uds. No han hecho un estudio serio de lo que significa una planta eléctrica, cuando creen que con $ 10.000 podrían resolver el problema. Ahora no hay maquinarias ni combustibles para hacerla caminar, de modo que no puede pensarse en resolver ese problema, sino que hay que esperar que termine la guerra”.

Como nadie en el Pueblo le hizo caso a este señor senador, en febrero del siguiente año don Horacio asistió rodeado del pueblo y veraneantes a la bendición de la primera planta eléctrica y la que todavía muchos recuerdan. Supo mover al pueblo y animar a los veraneantes, logrado se juntara la primera cuota, la municipalidad de Chanco puso la otra parte faltante. Nuestro vecino el diputado don Humberto del Río (y luego senador) tomó el asunto como cosa suya (como es su costumbre ciudadana), don Arturo Lavín se valió de la Corporación de Reconstrucción y Auxilios para conseguir el tendido de los cables eléctricos y otra vez don Horacio en conjunto con don Juan de Dios Bustos Vega dieron los postes y después de un año: “la luz fue hecha”.

Éste fue don Horacio Escobar Venegas, político de ideas inamovibles, católico a toda prueba, hombre de visión, periodista, maestro de juventudes, espléndido caricaturista, amigo de todo el pueblo, hasta de los árboles y con ideas modernas a pesar de sus ochenta y tantos años.

Su consejo era “plantar árboles”, él los ponía en su sitio y hasta en los sitios de casas ajenas, que los veraneantes dejaban a su cuidado. Hablaba en forma reposada, suave y solemne y sin manifestar superioridad ni ostentación. De muy buen humor y de una sana y fina ironía.

Jóvenes, he querido leer esta composición literaria sobre un hombre amante de este pueblo. La ocasión es propicia al ver a esta juventud universitaria que, a pesar de no ser del Pueblo, ha querido ofrecer su trabajo desinteresado y dejar su ejemplo, su sudor y la obra de sus manos.

Dígase lo que se quiera, pero esto es un ejemplo para todos. Gente que no tenía nada que ver con nosotros, ha venido hasta aquí para trabajar en nuestro beneficio.

¿Qué nos queda a nosotros? Recordemos a don Horacio Escobar Venegas.

Jóvenes universitarios: muchas gracias, Trabajadores que acompañasteis a estos jóvenes, muchas gracias.

Ustedes ahora, se quedarán invitados por nosotros algunos días para que descansen y tengan ocasión de conocer las bellezas naturales de la región.

Han conocido más la vida, las apreturas, la incomprensión, el trabajo duro de las manos y el cansancio agotador. De seguro les servirá para templarse.

Pero una cosa no podrán ustedes negar, quieren ya a Curanipe y lo querrán aún más, porque la tierra por la que trabajamos y nos esforzamos se ama con más fuerza y desde el corazón.

Samuel Jofré Rojas
Párroco.
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Discurso leído en la noche de entrega de los trabajos de la Posta de primeros Auxilios edificada por 17 alumnos de la Universidad de Chile el 16 de febrero de 1966, ante el pueblo y veraneantes reunidos en la Plaza.

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