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miércoles, 30 de mayo de 2007

Las Vacaciones




LAS VACACIONES

A mediados del siglo XIX se allegaban a veranear hasta Curanipe, familias de la sociedad de la región y en especial de Cauquenes, primeramente se venían sus empleados a preparar las casas cerradas durante el invierno y luego llegaban de a pocos los niños y señoras en alegres caravanas de coches con cuatro caballos por el camino de Cauquenes a Chanco.

UN TÍPICO DÍA DE VERANO

Por las mañanas y bien temprano, cargados con sus canastos y en carretas tiradas por bueyes, solían allegarse hasta el pueblo los pobladores de Chovellén. Bien provistos de los frutos de sus huertas y cosechas para vender de casa en casa las verduras frescas, huevos y gallinas, los que siempre eran bienvenidos por las dueñas de casa en esta época con las casas llenas de visitas. El pescado y los mariscos se compraban ahora en la tímidamente naciente caleta, aumentando los exquisitos platos en los almuerzos familiares una vez vueltos los veraneantes de la playa a mediodía.

“Los niños bien peinados sentados a la mesa junto a sus padres, los tíos, los primos y los abuelos, la casa de muros altos como para elevar volantines siempre fresca, el tic-tac del reloj de péndulo Ansonia en la pared, las risas y el abuelo con su vozarrón imponiendo el orden a los niños; por el corredor se escucha venir a la niña de mano y el azafate con el salpicón de lechugas: porotitos verdes, huevo duro, carne en trocitos y mayonesa, afuera el mar rugiendo suavecito en su cálido ronroneo de verano y el cielo celeste en ésta una mañana de verano del 1910...”
Luego una corta siesta y durante las tardes todos a la playa nuevamente, bajo el cobijo de las ramadas construidas para protegerse del viento sur o de lo contrario a los pozones en el río. Otros se iban de paseo a los típicos sitios en las montañas de los alrededores: el Pozo de Oro, El Molino o Salto de Agua o El Risco yendo más lejos y con dormida allá de por medio..

Una vez en bajando el sol era tradicional ir a comprar las últimas novedades al puerto: telas, zapatos, trajes, muebles diversos, sillas de viena y hasta pianos que en carretas se llevaban a las viviendas de las familias.

Pero no todo era trabajo para la gente del pueblo; era tradicional pasear por la calle larga del Comercio, la que bullía de vida, ahí estaban los almacenes y todos, tanto vecinos como veraneantes salían en los atardeceres a caminar y a encontrarse con sus conocidos, para más tarde disfrutar de las veladas en donde se hacían representaciones teatrales y todos cantaban.




Por las noches y en el Hotel Curanipe, propiedad del español Jesús Fonseca (el que estaba ubicado hasta los años setenta en el terreno en donde actualmente se encuentra el edificio de la I. Municipalidad de Pelluhue) muchas familias veraneantes solían reunirse en bailes y eventos que les permitían disfrutar de la vida social una vez los niños quedaban durmiendo en casa junto a las nanas.

Al llegar el domingo, todos a levantarse tempranito y al sentir la última seña para ir a Misa ya en camino a la Iglesia, apurando el paso para encontrar una banca libre, los más antiguos con su reservado reclinatorio no se inmutan. La Misa se inicia y una vez terminada todos de vuelta a su casa, las compras y se viene el almuerzo familiar.

Pasado un rato y si no llueve, sobre el montículo que estaba al final de la calle Comercio al llegar a la curva (en donde hoy se encuentra la casa de los Kostner Rojas y la del diputado Alberto Naudón, q.e.p.d.) y llegados los de la Banda de vuelta de la iglesia, comienza la música a alegrar al pueblo, en el horizonte los grandes buques y los lanchones prosiguen su trabajo de embarque.

Con pequeñas variantes, ésta forma de vida se mantuvo inalterable hasta los años setentas, un Chile que se fue para no volver junto al violento fin de la república.


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