Virgen de la Candelaria

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Palabras del "señor cura"

Palabras del "señor cura"

Mis queridos maulinos...

miércoles, 30 de mayo de 2007

Chanco, texto original del padre Jofré Rojas


“SITUACIÓN DE CHILE A COMIENZOS DEL SIGLO XVIII

La sublevación de los indios, a mediados del siglo XVII, trajo a Chile muerte, miseria y destrucción. El historiador Pedro de Córdoba y Figueroa, nacido justamente en Penco en 1692, traza el siguiente cuadro: (9)

“Es cosa portentosa de que en un improviso se sublevasen 200 leguas del país, en longitud y latitud de mar a cordillera, que es la del Reino, tomando las armas cuantos indios la habitaban. Consumió la voraz llama cuantas haciendas de campo tenían los españoles; con pérdida de muebles, ganados, caballos, yeguas y mulas. Lastimoso aspecto fue ver marchar a pie a las mujeres y niños, ancianos y enfermos, en la estación más ardiente.”

Los Pinochet en Chile, Siglo XVIII, Oscar Pinochet de la Barra
Editorial del Pacífico S.A., año 1979.

(9) “Historia de Chile”, Colección de Historiadores de Chile, t. II, Santiago, 1862.

“EN EL BRAZO DE RÍO” CERCA DEL MAR

Chanco –de Chan, “parte de algo” y Co, “agua”- era por entonces un asiento de indios picunches, que los incas llamaron promauces o “gente alzada”. Se situaba frente a una bahía bautizada por los ingleses como de Fox, muy abierta, extensa y cubierta de arena que el viento suroeste hacía avanzar hacia el interior por los espacios no cubiertos de espinos, maquis y boldos. Los indios eran pescadores y habitaban las suaves lomas que se extienden de oriente a occidente, dejando entre ellas quebradas cuyas aguas no siempre llegan al mar, detenidas por la arena. Esta humedad aumentó la fertilidad de la planicie vecina a los primeros contrafuertes de la cordillera de la costa, donde tenían sus ganados los españoles, es decir, leche y quesos, lana y cueros en abundancia. (El conquistador) Pedro de valdivia ya había hecho el elogio de la región en carta escrita en Concepción el 25 de septiembre de 1551: “Próspera de ganado como lo del Perú, con una lana que le arrastra por el suelo”.

La quebrada de Chanco era un pequeño curso de agua, un “brazo de río”, y en su ribera norte estaba la estancia de Conulemu, a escasas cuadras de la tosca capilla construida en 1675 y que entonces, cuando llegaron Guillermo (Pinochet “el francés”) y Úrsula (de la Vega y Montero de Amaya, su esposa), asistía el franciscano Juan de Jélvez, quien debía viajar para ellos desde Unihue, el más importante cetro de la orden de San Francisco en la zona del Maule.

El siglo XVII había sido pobre y triste.

Las consecuencias estaban todavía a la vista. Cuatro ciudades: Santiago, Coquimbo, Chillán y Penco –las tres últimas con menos de 200 habitantes cada una- y entre ellas campos incultos, deshabitados, con muy pocas casas de barro y techo de paja, sin caminos ni puentes. Agua y pantanos en invierno, o sendas intransitables llenas de piedras y polvo, que sólo servían para las recuas de mulas.

Claudio Gay cuenta que “en 1703, cuando el obispo de Concepción fue de Santiago a su diócesis, no halló en el camino más que el convento de los agustinos de Talca, habitado por dos hermanos. En el resto no vio más que desiertos o chozas habitadas por pobres familias”. (28) El viajero inglés Alejandro Caldcleugh, que estuvo en Chile un siglo después, pinta un cuadro que no puede haber sido peor en la época que nos ocupa: (29) “Las casuchas de las clases bajas son de madera y paja; las mejores son hechas de adobe. Las puertas son a menudo de cueros. Se usa muy pocos muebles. Generalmente se reducen a una cama, una mesa vieja y dos pisos... el resto de la familia duerme en cueros, tirados en el suelo”.

Un país deshabitado, cuyos indios habían escapado al sur del Bío-Bío, arrancando del trabajo en las haciendas y de la dura mano del encomendero. El Cabildo de Santiago decía a la Real Audiencia, en 1705, según recuerda Amunátegui en el libro ya indicado: “Falta la labor de los campos y la crianza de los ganados y se han encarecido grandemente los mantenimientos por no haber trabajadores que asistan a estos beneficios, habiéndose extenuado los indios que se ocupaban de ellos con las repetidas pestes y otros accidentes”.

Pero Chanco y sus vecinos Reloca y Loanco eran en este aspecto, y en cierto modo, una excepción. La abundante pesca, los campos fértiles y lo apartado del lugar habían conservado una tranquilidad de vida que no se encontraba fácilmente en otras partes del Reino.
Con razón el inspirado Joseph Fernández de Campo exclama en 1744, en su relación del Obispado de Santiago, en la parte correspondiente al corregimiento del Maule: (30) “Es el más pingüe, el más frondoso, el más ameno y el de mayor concurrencia de vivientes”.

Luego añade sobre sus comidas que el trigo lo preparan “cozido, que llaman mote, como el mayz, que lo usan así, y moliendo entre dos piedras forman unas tortitas que ponen al fuego a la hora de comer. Que con la abundancia de carne, y asada las más veces, y sin mucha sal, comen con sobrada abundancia y viven robustísimos y fáciles en su servicio y libres de humores sus cuerpos”.
(...)
“La población indígena era allí más bien numerosa. Chanco, Loanco, Cauquenes y Purapel fueron citados por sus nombres en 1585, por el obispo Diego de Medellín, según nos recuerda el presbítero Samuel Jofré. (31) Veinte años después de la llegada de Pinochet, todavía quedaban más de 200 indios en Chanco y alrededores.”

(28) “Agricultura en Chile”,Santiago, 1973.
(29) “Viaje a Chile en 1818, 1820 y 1821”, Editorial Del Pacífico, Santiago, 1955.
(30) Arch. Nac., Fondo Antiguo, vol. 34, pieza 1.
(31) “Historia de Chanco” (inédita), en el convento de San Francisco de Chillán, facilitada por el Padre Provincial Ramón Ángel Jara.


CHANCO
(Texto original del padre Jofré Rojas, extractado de un libro publicado por la Diócesis de Linares)

“El pueblo de Chanco esta situado por la costa y hacia el norte a 20 kilómetros de Curanipe; su nombre en mapudungún significa “brazo de río”. Es un pueblo antiquísimo, pues fue primeramente la sede del Cacicado del lugar, poblado que aumentó de tamaño con la llegada de los primeros españoles encomenderos que vinieron a explotar los campos.

Hay constancia que en 1699 ya existía un pueblo, pues en el Archivo Parroquial pueden encontrarse más de 125 familias distintas que habitaban en el lugar y sus alrededores. En 1675 aparece, nombrada por primera vez, la existencia del pueblo como tal.

Desde 1663, el pueblo era atendido en lo espiritual por franciscanos del Convento de Unihue, lugar equidistante entre Chanco, Cauquenes y Sauzal. Estos religiosos visitaban anualmente la región en dos jornadas de ocho días, en calidad de “tenientes curas del doctrinero”.

“PERDIDAS LAS CIUDADES DE ABAJO”, todo el mundo se refugia en Chanco

Durante los alzamientos de los naturales en 1699 (¿1655?), los indios destruyeron las ciudades de Osorno, Valdivia, La Imperial, Angol, Santa Cruz y Arauco, teniendo que huir los españoles sobrevivientes y sus familias hacia el norte con la esperanza de allegarse a Santiago o incluso volver al Perú; pero por órdenes del Gobernador, no se les permitió cruzar el río Maule so pena de muerte. Viéndose en estas circunstancias, debieron regresar un par de leguas al sur y establecerse en Chanco. De este modo llegaron más de 405 familias de apellidos distintos a la zona, sin contar en éstas a las que se instalaron en lugares cercanos al río Cauquenes, en Purapel, en Loncomilla y en Isla de Maule y a los que acamparon en la orilla sur del río Maule.

Con todas estas familias, Chanco se transformó en el pueblo más importante del Corregimiento de Maule Sur; por eso fue la Sede de la Doctrina y Parroquia que se llamaba “Docrina de los Cauquenes, Chanco y Luanco”.

LA ANTIGUA IGLESIA

Su Templo estaba ubicado en el centro de la actual Plaza de la ciudad y medía alrededor de 8 metros de ancho por 16 de largo. Estaba construido de murallas de adobón y su techumbre era de tejas, con corredores por el lado norte y poniente que lo defendían de las lluvias y, según consta en el decreto de fundación de la Parroquia hecho por el obispo don José Ignacio Cienfuegos “el Templo fue construido con el aporte de todos los vecinos”. Fue demolido en 1910, quedando sepultado entonces bajo la actual Plaza el antiguo Cementerio Parroquial.”

LA IMAGEN DE LA CANDELARIA

En 1737, ya estaba en el Templo la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, pues el inventario que ordenó hacer el obispo don Juan Bravo de Riveros que se encontraba de visita pastoral dice: “sobre el Sagrario hay un nicho en que está colocada una imagen de bulto de Nuestra Señora con su Niño en las manos y la Señora con su corona de plata”. En otra parte del mismo inventario se lee: “en la Sacristía hay una caja con su llave, en la que se guardan los ornamentos y alhajas de la Santísima Virgen, que están inventariadas en el libro de la Cofradía”. Este inventario fue hecho por el “cura doctrinero” de la época, el doctor Dn. Joseph de Roxas y Amaza.

Según la tradición chanquina, “la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria fue traída por los españoles a cargo de la guarnición y fuerte que aquí establecieron”. La Virgen María los trajo a estas tierras, adonde venían en busca de oro, de gloria y aventuras.
(...)
Y después con el correr de los años, al huir los españoles perseguidos por los indios sublevados en el Sur y arrasadas estas tierras también, dejaron dicha imagen abandonada en un boldo, árbol autóctono que se conservó por mucho tiempo junto al antiguo Templo.

Refieren las crónicas que “la imagen fue llevada en procesión hasta las playas del mar, pidiéndole que librara a la gente del pueblo de un maremoto devastador“; seguramente se trataba del gran terremoto y maremoto del 25 de mayo de 1751, que arrasó la ciudad de Concepción, sita en ese entonces en donde está hoy la ciudad de Penco.

LA FIESTA DE LA CANDELARIA

La Fiesta de la candelaria es de mucha antigüedad y la tradición cuenta que los indios cantaban cuando la imagen iba saliendo del templo en procesión:

“¡Qué linda que chare
más linda quel chol,
la Virgen de Chanco,
la Maire de Dió!”

Y a la vuelta de la procesión, alguno dejaba caer en la calle una rama de rosas y los indios volvían a cantar:

“¿Quién plantó esta rosa en este jardín?
¡La Virgen de Chanco
Que es dueña de aquí!”

LA PARROQUIA DE CHANCO

Desde el 6 de febrero del 1781 comienza a ser la Doctrina de Chanco Viceparroquia y se abren los primeros libros parroquiales, en donde se inscriben los bautizos, matrimonios y defunciones. Su primer vice párroco fue fray José Montero.

Por decreto del obispo don José Ignacio Cienfuegos, el 24 de enero de 1835 fue erigida la parroquia de San Ambrosio de Chanco, siendo su primer cura párroco don Esteban Riveros.

Poco después de la creación de la parroquia, sufrió Chanco un tremendo terremoto, que conmovió a sus tranquilos habitantes y produjo muchos destrozos derribando edificios, entre otros la Iglesia de la Villa, que se levantaba como dijimos anteriormente en donde está actualmente la Plaza. así como fue acompañado por una salida de mar –fue éste el terremoto del 20 de febrero de 1835- el que a semejanza del tristemente famoso sismo del 24 de enero de 1939, asoló las regiones comprendidas entre los ríos Maule y Bío Bío y destruyó particularmente la ciudad de Chillán.

Es fácil comprender la consternación que esto produjo en toda la región de la costa. Sin embargo, los chanquinos no se amilanaron, ya al año siguiente comenzaron la reconstrucción del Templo; para cuyos efectos- con las debidas autorizaciones, se vendieron, en subasta pública, alguna alhajas de oro y de plata que adornaban la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria. Los trabajos de reconstrucción duraron hasta el año 1840.

Según los datos recogidos por los historiadores la imagen tiene más de 250 años de permanencia en Chanco.

EL AVANCE DE LAS DUNAS

Otro suceso lamentable afectó a fines del siglo XIX y a principios del XX la apacible existencia del pueblo; el avance persistente de las arenas del mar, impulsadas por fuertes vientos, invadían ya la población misma de Chanco y empezaban a cubrir sus casas y calles. Las movedizas dunas cubrieron las fértiles vegas que circundaban a la población. Ante esta amenaza el gobierno nacional de esos años, en 1890, envió al técnico alemán don Federico Albert, el que después de hacer los estudios y ensayos del caso, comenzó de inmediato la plantación de pinos y eucaliptus para detener el avance de las arenas y librar así al pueblo de su desaparecimiento. Así fue como se formaron los grandes bosques que son hoy día una de las riquezas naturales de Chanco, una defensa ante el avance de las arenas y un paraje de belleza incomparable de esta región costera.”

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