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Palabras del "señor cura"

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miércoles, 10 de marzo de 2010

El Cura Más Antiguo de Chile: padre Rolando Escobar Belmar


Tiene 90 años y es de Chanco. Rolando Escobar aún oficia la misa de 12, con o sin la presencia de feligreses en su iglesia
Por Iván Gajardo

¿Sabe, Su Santidad?: éste es muy bueno para decir misa y también para la salud... Dicen que Juan Pablo II, en la solemne sala de audiencias del Vaticano, no pudo dejar de sonreír al nonagenario sacerdote que le obsequiaba una botella de buen vino de Cauquenes.

Y que compartió con él un diálogo algo más largo del acostumbrado en estas ocasiones.
La anécdota, transformada ya en leyenda, refleja la personalidad campechana de Rolando Escobar, el cura de Chanco, localidad ubicada en la región del Maule.

Allí llegó en 1939... para quedarse.

Sacerdote hasta la médula, el cura Escobar vino al mundo en 1909, en la localidad de Curanipe, un poblado costero de la actual Séptima Región (Maule).

Es el único sobreviviente de la generación que ingresó en 1919 al Seminario de Concepción, cuando era apenas un niño de 10 años.

En Concepción pasó su adolescencia, hasta que un 24 de septiembre de 1932 fue ordenado sacerdote en la iglesia de La Merced de Chillán, frente a la Plaza de Armas, siendo obispo de la diócesis monseñor Martín Rickier Sotomayor.

Catorce días más tarde, el 8 de octubre, ofició su primera misa en la catedral chillaneja, acompañado de las lágrimas emocionadas de sus numerosos familiares, que para tan solemne ocasión viajaron desde Curanipe hasta la capital de la provincia de Ñuble.

A partir de entonces, su misión en esta tierra ha sido siempre la misma: hacer más fácil el camino hacia Dios.

El ULTIMO BASTION

Don Rolando, según su propia opinión, es el último bastión de aquella generación de sacerdotes del 32, que volvieron a su tierra maulina para cuidar del rebaño del Señor.

Su llegada a Cauquenes se produjo un año antes del terremoto de 1939 y fue para difundir el Evangelio en Sauzal y Curanipe. En este cometido, entonces era necesario recorrer caminos polvorientos, cruzar ríos, subir y bajar montes y quebradas.

Por ese tiempo la sacrificada vida misionera le resultó muy grata. Tanto así que años después volvería a la zona para hacer clases de religión y moral en los liceos de niñas y de hombres de Cauquenes, a la vez de asumir la dirección de un instituto particular que hasta hace 35 años existió en esta ciudad.

Tras permanecer un tiempo en su Curanipe natal debió entregar su labor pastoral al sacerdote Samuel Jofré, quien llegó desde Coquimbo. También él sería cautivado por las bondades del entorno, radicándose para siempre en la zona. Con el tiempo se convirtió en un historiador de la región. Para recordar su obra, la calle principal del balneario lleva su nombre.

El 12 de octubre de 1939 descubrí Chanco, acota don Rolando. Un decreto episcopal, con la firma de monseñor Jorge Larraín Cotapos, fue el pasaje que modificó su vida en adelante, destinándolo a cumplir labores en el poblado.

Desde entonces ha transcurrido medio siglo. El tiempo ha hecho de su figura la clásica del cura de pueblo, aquel a quien todos estiman y al que recurren en sus aflicciones y alegrías.

Tanto es así que ostenta el título de Hijo Ilustre de Chanco, distinción que se le concediera hace seis años y que le fuera difícil de aceptar, porque hería su natural modestia. Pero qué le iba a hacer..., es el cariño de la gente, comenta resignado.

Al igual que Don Camilo, su doble literario creado por el italiano Giovanni Guareschi, don Rolando se aviene con todo el pueblo, aunque tampoco están ausentes algunas divergencias.

Lo cierto es que, en general, sus relaciones con la comunidad, sean o no cristianos, son muy buenas y de mutua simpatía. Incluso, comenta, las tuvo bastante buenas con los masones radicales, cuando los rádicos y los tres puntos eran una fortaleza.

Hizo de su iglesia de San Ambrosio un santuario, donde se venera la imagen de la Virgen de la Candelaria, y cuya festividad, el 2 de febrero, es ocasión para que miles de fieles acudan a ella para pagar mandas y venerarla.

Cada año, durante un mes, recibe en su casa al obispo de Linares, monseñor Carlos Camus, y a una cincuentena de religiosos, quienes prefieren el lugar para sus meditaciones y retiros espirituales.

CHANCO Y ROMA

Sólo una vez ha salido del país. Lo hizo a Roma, junto a cientos que viajaron para asistir a la beatificación del Padre Alberto Hurtado.

En la audiencia papal se registra la anécdota ya mencionada. El Papa, además, lo facultó para, en su nombre, bendecir a todos los habitantes de su curia, fueran o no católicos, lo que es un honor para mí y mi misión, no muy frecuente de obtener, dice entusiasmado.

Aún más: cuando se retiraba por una de las tantas salidas del Vaticano, se encontró nada menos que con Sor Teresa de Calcuta, con quien conversó por algunos minutos, momento único que también captó el fotógrafo de la Santa Sede.

Ambas fotografías, con el Papa y Sor Teresa, las guarda en su casa como hueso santo.

A su edad, Don Rolando se cuida de permanecer en Santiago durante el invierno. Pero, como rector del Santuario de la Virgen de la Candelaria, apenas el tiempo se pone bueno vuelve a su terruño de Chanco. Aquí me siento como nuevo. Es mi tierra, aclara.

Casi susurrando dice que le pide al Señor que cuando su salud y su mente ya no le sean fieles, se lo lleve a su reino. Pero, Dios mediante, para eso falta aún un buen tiempo...


Fuente El Mercurio - Miércoles 1 de Diciembre de 1999

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